Diego Ramírez Gajardo
Antofagasta, Chile, 1982
Periodista y escritor. Ha publicado los libros de poesía Corazoncito / Noche (2002), El Baile de Los Niños (Temple ediciones, 2005) y Brian, el nombre de mi país en llamas (Ed. Moda y Pueblo, 2008). Ha recibido el Primer Premio en los Juegos Literarios Gabriela Mistral (1999), el Premio Mustakis a Jóvenes Talentos (2001 y 2002) para creación poética e instalación de arte; la beca del Consejo del Libro para Escritores Nóveles (2003), la beca de la Biblioteca Nacional (2003), de la Fundación Pablo Neruda (2007) y de Creación Literaria del Consejo Nacional del Libro y la Lectura para terminar su proyecto poético "Mi Delito" (2005) y el año 2007 recibe una Beca del Ministerio de Cultura para desarollar un proyecto poético del libro inédito Mistrala.
ADELANTO DE MI DELITO
LA POETIZA DEL DESEO
(La histérica escritura)
Porque habíamos sido tan felices y yo el detenido / el condenado / lejos de todo y de ti / ¿Dónde me dejaste las partes que me faltan? Devuélveme mi entrepierna, porque todavía me sirve para amar a los maniquíes de tu moda bailable. Te amo, te quiero tanto, y lo escribo así, avergonzado, me siento de 40 años, me siento como madre soltera, sin tener a quien amamantar, estoy tan lejos de vengarme, tan lejos de mis manos, ya no tengo a quien cuidar, no tengo a quien comprarle el mundo en bolsitas plásticas, para que me quieras, lo único que te pido a cambio es que me quieras, que no te me vayas todavía. Mira que aquí el deseo está tan pegado al delito que no podemos descubrir la fragilidad de habernos amado tanto con mis nuevos amigos reos, ellos me preguntan como, ellos lo intentan, y se abren / se abren todo lo que tienen, todo lo que Chile entero les acusa, vióleme el alma, vióleme todo lo que me dejó este otro pendejo / fetiche, que no quiero volver a ver nunca más. Mentira, quiero que venga, quiero mirarle las marcas que le quedan, quiero adivinarle en los ojos si alguna vez se acordó de mí, -“te mando muchos besitos”- que me mande mi corazón el cabroncito hijo de nadie, así, hijo único / huacho / solo / pobre, si nunca lo quieren con la boca cerrada, pero que venga, que por favor venga a reírse de mí, a esta prisión del cuerpo. No me reconoce, nadie reconoce a la poetiza del deseo, me han cambiado tanto aquí, me han robado todo, no se asuste es mi pelo / es mi ropa de delincuente común, pero soy el mismo, soy el mismo de siempre, el que le decía entremedio de la noche “déjeme tranquilo que después me enamoro”, el que le repetía la noche entera “que no le duela, yo no quiero que mi amor le duela”. Pero ahora, quiero que le duela no más, que le dé pena, que me compre algún libro estúpido como usted, y que tenga la ocurrencia escolar de dibujarle un corazón con mi nombre como dedicatoria, porque nos habíamos amado tanto, que solo por eso haga como que todavía me quiere, por último le dejo de herencia todos mis premios, le vendo mi televisor, le regalo mis abrigos, le paso mis manos por su cara, le penetro toda mi felicidad en su alma de putita / anarquista. Esta loca y enferma / estamos locos y enfermos, porque así es cuando se ama tanto, y se acuerda cuando le escribí Duchamp en las iniciales genitales de su cuerpo, y usted se miraba al espejo y no entendía, y no sabía nada, y cómo se pronuncia me preguntaba, y yo se lo pronunciaba bien, perfecto, talentosa la poetiza con la boca / con la lengua / con sus manos. Que quiere que le enseñe cosas, y para que si no me entiende nada, para que si todavía no termina esa novelita rusa que manosea para sorprenderme, ¿Qué va a saber usted? Si todavía no entiende que existen otros continentes, que son otros los paisajes, otras las playas de donde vienen esos negritos jugosos que mira en la filmografía porno, tantas veces masturbándose el alma, y yo me reía de sus éxtasis trágicos, belleza absoluta, láminas de tu cuerpo pegadas por mis deseos a tu cama, “la pequeña muerte”, te escribía con mi lengua en las costuras finas de tus oídos, murmuraba despacito, casi sollozando que nos habíamos amado tanto.
Porque habíamos sido tan felices, y yo no me llamo ni Diego Rivera, ni Diego de la Noche, ¿dónde escucharon mi nombre verdadero? Dime dónde, para ir a buscarme, yo no me encuentro aquí adentro, no encuentro mis cosas, no encuentro tu cuerpo en la vitrina de los otros cuerpos ofrecidos con gracia al recién llegado, porque nos habíamos amado tanto, tantas veces, de tantas formas, que ya no puedo, compañeros de condena, ya no puedo señor actuario, señorita magistrado, ya no puedo amar de nuevo a otras esclavas / analfabetas, no me las doy de sufrido, ni de huérfano, pero que van a entender ustedes, si nunca les ha dolido el cuerpo, si nunca han tenido acribillado el corazón con destino a los juzgados del crimen. Si usted no sabe escribir, si usted no tiene idea del abandono, si usted no ha contado estas cicatrices del no verse, que más quiere, si ya no tengo nada, no se ponga envidiosa, si yo le digo que habíamos sido tan felices, yo sus frustraciones y sus miedos se los respeto, pero no los escribo, mi cuerpo es otra historia, mis manos es otro delito, mi ficha de niño nuevo no tiene antecedentes ni en el amor ni en la locura. En medio de esta tragedia, este es el único amor que yo les enseño a mis reos del módulo, a todos los que no saben escribir su abandono y eso es terrible, y a mí me da tanta pena ver como no pueden establecer una lógica gramática para sus tristezas, ellos no saben escribir sus afectos, y yo, aunque no estoy para hacer caridad con nadie, yo les escribo miles de carta para que se ensueñen otras historias vedadas por el otro lenguaje, y yo no quiero que les rechacen sus cartas, yo no quiero que los dejen esperando en los días de visita, y yo les cuento que había amado tanto allá afuera, en la calle, y les cuento como eran las plazas, como funciona el tránsito, les cuento como amaba yo a otros hombres en los desiertos esos, en los escenarios inventados, porque saben algo amigos-presos, uno allá en la ciudad no puede amar tanto, nunca en público, nunca así como se aman ustedes en este zoológico del hambre. Yo no quiero, no quiero amar más soledades, yo busco otras cosas. Yo soy poetiza, no se da cuenta, no ha leído los diarios, yo estoy amando tanto a mi pueblo, a mi gente, yo lo había amado tanto, y sin embargo, todavía espero que me vengan a devolver las penas.
Lo he llorado tanto, no se imagina cuanto puede llorar un hombre por otro hombre, ya no puedo más con esta condena, no puedo pensarlo en otra cárcel del cielo, y conformarme con que otros lo cuiden del frío, que otros le den la comida en la boca, que otros le limpien los abusos de su infancia moquienta, todas esas tristezas maulleras que gimió conmigo, reconociéndonos los dos huachitos de afectos, convirtiendo esa imagen magistral de mi cuerpo y el tuyo, tan tristes, tan bellamente tristes, haciendo un festín con la tragedia de estar juntos, conmovidos, mezclándose en el dolor de abrirse enteros al paisaje infinito de esas noches. Encarcelada te pienso en como repartirás esos largos miedos a la otra ciudad vigilada, ya me duele mucho el haberte amado tanto, me corre la saliva, el sueño, mi muerte próxima, mi prisión. Estoy procesado por haberte amado tanto, estoy condenado por haber sido tan feliz, solo por eso amor mío, acuérdate de mí, acuérdate de todo lo que no te alcance a enseñar, acuérdate de mi detención, de mi sonrisa, acuérdate que mi mayor fracaso en la vida, fue ser tan consecuente con mi personaje y con mi escritura. Porque nadie más, señor actuario, nadie más señorita magistrado, nadie más podría haber sido tan felices como nosotros, y quiero que me escuchen amigos prisioneros del deseo, señoritos gendarmes, señores poetas faranduleros, onomatopéyicos y rimbombantes, quiero que mi país entero se atreva a recordarme, a solo mencionarme que yo y él nos habíamos amado tanto, mientras Chile entero se enamora de sus mártires, y yo te digo, desde bien lejos, no como advertencia, sino como lamento, que habíamos sido tan felices, y sin embargo, ahora que ya no te tengo, nadie podrá intentar si quiera imitar mis dolorcitos bajo fianza, sin que se atreva antes, solo que se atreva a escribir un solo verso tan triste como los míos.
ADELANTO DE MI DELITO
LA POETIZA DEL DESEO
(La histérica escritura)
Porque habíamos sido tan felices y yo el detenido / el condenado / lejos de todo y de ti / ¿Dónde me dejaste las partes que me faltan? Devuélveme mi entrepierna, porque todavía me sirve para amar a los maniquíes de tu moda bailable. Te amo, te quiero tanto, y lo escribo así, avergonzado, me siento de 40 años, me siento como madre soltera, sin tener a quien amamantar, estoy tan lejos de vengarme, tan lejos de mis manos, ya no tengo a quien cuidar, no tengo a quien comprarle el mundo en bolsitas plásticas, para que me quieras, lo único que te pido a cambio es que me quieras, que no te me vayas todavía. Mira que aquí el deseo está tan pegado al delito que no podemos descubrir la fragilidad de habernos amado tanto con mis nuevos amigos reos, ellos me preguntan como, ellos lo intentan, y se abren / se abren todo lo que tienen, todo lo que Chile entero les acusa, vióleme el alma, vióleme todo lo que me dejó este otro pendejo / fetiche, que no quiero volver a ver nunca más. Mentira, quiero que venga, quiero mirarle las marcas que le quedan, quiero adivinarle en los ojos si alguna vez se acordó de mí, -“te mando muchos besitos”- que me mande mi corazón el cabroncito hijo de nadie, así, hijo único / huacho / solo / pobre, si nunca lo quieren con la boca cerrada, pero que venga, que por favor venga a reírse de mí, a esta prisión del cuerpo. No me reconoce, nadie reconoce a la poetiza del deseo, me han cambiado tanto aquí, me han robado todo, no se asuste es mi pelo / es mi ropa de delincuente común, pero soy el mismo, soy el mismo de siempre, el que le decía entremedio de la noche “déjeme tranquilo que después me enamoro”, el que le repetía la noche entera “que no le duela, yo no quiero que mi amor le duela”. Pero ahora, quiero que le duela no más, que le dé pena, que me compre algún libro estúpido como usted, y que tenga la ocurrencia escolar de dibujarle un corazón con mi nombre como dedicatoria, porque nos habíamos amado tanto, que solo por eso haga como que todavía me quiere, por último le dejo de herencia todos mis premios, le vendo mi televisor, le regalo mis abrigos, le paso mis manos por su cara, le penetro toda mi felicidad en su alma de putita / anarquista. Esta loca y enferma / estamos locos y enfermos, porque así es cuando se ama tanto, y se acuerda cuando le escribí Duchamp en las iniciales genitales de su cuerpo, y usted se miraba al espejo y no entendía, y no sabía nada, y cómo se pronuncia me preguntaba, y yo se lo pronunciaba bien, perfecto, talentosa la poetiza con la boca / con la lengua / con sus manos. Que quiere que le enseñe cosas, y para que si no me entiende nada, para que si todavía no termina esa novelita rusa que manosea para sorprenderme, ¿Qué va a saber usted? Si todavía no entiende que existen otros continentes, que son otros los paisajes, otras las playas de donde vienen esos negritos jugosos que mira en la filmografía porno, tantas veces masturbándose el alma, y yo me reía de sus éxtasis trágicos, belleza absoluta, láminas de tu cuerpo pegadas por mis deseos a tu cama, “la pequeña muerte”, te escribía con mi lengua en las costuras finas de tus oídos, murmuraba despacito, casi sollozando que nos habíamos amado tanto.
Porque habíamos sido tan felices, y yo no me llamo ni Diego Rivera, ni Diego de la Noche, ¿dónde escucharon mi nombre verdadero? Dime dónde, para ir a buscarme, yo no me encuentro aquí adentro, no encuentro mis cosas, no encuentro tu cuerpo en la vitrina de los otros cuerpos ofrecidos con gracia al recién llegado, porque nos habíamos amado tanto, tantas veces, de tantas formas, que ya no puedo, compañeros de condena, ya no puedo señor actuario, señorita magistrado, ya no puedo amar de nuevo a otras esclavas / analfabetas, no me las doy de sufrido, ni de huérfano, pero que van a entender ustedes, si nunca les ha dolido el cuerpo, si nunca han tenido acribillado el corazón con destino a los juzgados del crimen. Si usted no sabe escribir, si usted no tiene idea del abandono, si usted no ha contado estas cicatrices del no verse, que más quiere, si ya no tengo nada, no se ponga envidiosa, si yo le digo que habíamos sido tan felices, yo sus frustraciones y sus miedos se los respeto, pero no los escribo, mi cuerpo es otra historia, mis manos es otro delito, mi ficha de niño nuevo no tiene antecedentes ni en el amor ni en la locura. En medio de esta tragedia, este es el único amor que yo les enseño a mis reos del módulo, a todos los que no saben escribir su abandono y eso es terrible, y a mí me da tanta pena ver como no pueden establecer una lógica gramática para sus tristezas, ellos no saben escribir sus afectos, y yo, aunque no estoy para hacer caridad con nadie, yo les escribo miles de carta para que se ensueñen otras historias vedadas por el otro lenguaje, y yo no quiero que les rechacen sus cartas, yo no quiero que los dejen esperando en los días de visita, y yo les cuento que había amado tanto allá afuera, en la calle, y les cuento como eran las plazas, como funciona el tránsito, les cuento como amaba yo a otros hombres en los desiertos esos, en los escenarios inventados, porque saben algo amigos-presos, uno allá en la ciudad no puede amar tanto, nunca en público, nunca así como se aman ustedes en este zoológico del hambre. Yo no quiero, no quiero amar más soledades, yo busco otras cosas. Yo soy poetiza, no se da cuenta, no ha leído los diarios, yo estoy amando tanto a mi pueblo, a mi gente, yo lo había amado tanto, y sin embargo, todavía espero que me vengan a devolver las penas.
Lo he llorado tanto, no se imagina cuanto puede llorar un hombre por otro hombre, ya no puedo más con esta condena, no puedo pensarlo en otra cárcel del cielo, y conformarme con que otros lo cuiden del frío, que otros le den la comida en la boca, que otros le limpien los abusos de su infancia moquienta, todas esas tristezas maulleras que gimió conmigo, reconociéndonos los dos huachitos de afectos, convirtiendo esa imagen magistral de mi cuerpo y el tuyo, tan tristes, tan bellamente tristes, haciendo un festín con la tragedia de estar juntos, conmovidos, mezclándose en el dolor de abrirse enteros al paisaje infinito de esas noches. Encarcelada te pienso en como repartirás esos largos miedos a la otra ciudad vigilada, ya me duele mucho el haberte amado tanto, me corre la saliva, el sueño, mi muerte próxima, mi prisión. Estoy procesado por haberte amado tanto, estoy condenado por haber sido tan feliz, solo por eso amor mío, acuérdate de mí, acuérdate de todo lo que no te alcance a enseñar, acuérdate de mi detención, de mi sonrisa, acuérdate que mi mayor fracaso en la vida, fue ser tan consecuente con mi personaje y con mi escritura. Porque nadie más, señor actuario, nadie más señorita magistrado, nadie más podría haber sido tan felices como nosotros, y quiero que me escuchen amigos prisioneros del deseo, señoritos gendarmes, señores poetas faranduleros, onomatopéyicos y rimbombantes, quiero que mi país entero se atreva a recordarme, a solo mencionarme que yo y él nos habíamos amado tanto, mientras Chile entero se enamora de sus mártires, y yo te digo, desde bien lejos, no como advertencia, sino como lamento, que habíamos sido tan felices, y sin embargo, ahora que ya no te tengo, nadie podrá intentar si quiera imitar mis dolorcitos bajo fianza, sin que se atreva antes, solo que se atreva a escribir un solo verso tan triste como los míos.